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Bajo las banderas, el sol: el reflejo fragmentado del archivo

Entre segmentos de propaganda, miradas extranjeras y silencios que resuenan, Juanjo Pereira reconstruye en Bajo las banderas, el sol un espejo posible de la dictadura paraguaya: un reflejo incompleto, pero vivo, donde la memoria se revela a través de sus grietas. La película documental se mantiene desde hace casi un mes en cines de nuestro país.

En Bajo las banderas, el sol, Juanjo Pereira propone algo más que un documental histórico: un intento de verse en los restos de una época que todavía respira. Lo que el archivo devuelve no es una imagen nítida del pasado, sino un reflejo roto donde los fragmentos —de propaganda, de noticieros, de miradas ajenas— se vuelven piezas de un espejo colectivo.

Estrenada el 18 de septiembre en los cines de Asunción, la película sigue en cartel a fuerza de boca en boca, sostenida por esa rareza de ofrecer una experiencia que no explica, sino que invita a mirar de nuevo lo que creíamos conocer.

Pereira trabaja sobre materiales de archivo que, en su mayoría, provienen de fuera del país. Esa distancia se vuelve clave: lo que se ve es Paraguay a través de otros ojos, una mirada que en su extranjería revela tanto la forma en que fuimos representados como los huecos de lo que elegimos no recordar. Allí, en esa tensión entre lo visible y lo borrado, se instala el gesto político del film.

El director reconstruye con lo posible: con imágenes deterioradas, con cintas que sobrevivieron al tiempo y con silencios que dicen tanto como las palabras. La granularidad del material, los colores que arden en exceso, los ruidos que se filtran entre los discursos oficiales, todo compone una estética donde la fragilidad del documento es también su potencia.

El montaje funciona como una operación de sutura. Cada fragmento se une al siguiente no para completar una historia, sino para armar un reflejo nuevo, una visión donde el pasado se revela por contraste. Así, lo que alguna vez fue propaganda se convierte en memoria crítica, en acto de relectura y resistencia.

El sonido, lejos de acompañar, tensiona. Los ecos, los vacíos y los ruidos del fuera de campo configuran un paisaje emocional donde el espectador se ve obligado a escuchar lo que las imágenes callan.

A través de este dispositivo sensorial, Bajo las banderas, el sol consigue algo notable: hacer del archivo un espejo roto que vuelve a unirnos, aunque sea de manera imperfecta. En esas grietas —en lo que falta, en lo que se perdió— se dibuja la forma posible de una memoria que sigue reconstruyéndose.

Pereira no busca cerrar una herida, sino recordar que todavía la habitamos. Su película no ordena el pasado: lo enfrenta, lo interroga y lo reanima. En tiempos donde la historia vuelve a maquillarse para parecer nueva, este film recuerda que mirar también puede ser un acto político.

El documental continúa en Cartelera en Cinemark

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