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Nombre: La implacable realidad de un sistema apático e indolente

Tras su estreno presencial, la obra que celebra los 10 años de la compañía ENBORRADOR, liderada por Paola Irún, estrenó en el Festival Internacional Santiago a Mil en su versión virtual. “Nombre” aborda el tema de la trata de personas en un documento teatral-audiovisual.

Rossi termina en un prostíbulo de Chaco’i; Jessi, en uno de Minga Guazú. Ambas buscaban oportunidades y encontraron sus propios infiernos. En esta historia también hay una muerte, un policía, y dos mujeres que se reencuentran 14 años después que una abandonó a la otra mientras eran inmigrantes ilegales en España. 

El Prólogo

La obra parte con un prólogo que, de alguna manera, hace reverencia y solicita el permiso correspondiente al espacio escénico, donde no solamente sucede la obra sino que lo hace parte de ella dentro de su construcción. El Agujero de Vysoka, casa del icónico actor ubicada en medio del barrio capitalino Punta Karapá, en plena acción recibe a Lou Mei Vysokolán -hija del actor-, quien camina por sus angostos pasillos. 

Lou Mei parte de elementos, el espacio, una camisa, una foto vieja, sus recuerdos y los de Zulma Veneroso Gaona – mujer que vive hace años en la casa – y los vecinos del barrio que hoy es un punto turístico. Los participantes de este inicio ayudan a construir este pequeño homenaje, haciéndonos parte de las preguntas de una joven que usa un tono expositivo biodramático intercalado con la interpretación de su propio padre, con frases célebres y momentos que decantan entre recuerdos y sentimientos que llenan el espacio de emoción, y brindando claves como elementos cohesivos que conectan a la obra en general.

Historias entrelazadas

Las obras de EnBorrador… se caracterizan en su mayoría por ser site-specific, en que el espacio tiene una relevancia mayor de lo convencional y forma parte del proceso de creación. En este caso vemos un valor estético, un lugar despojado, hecho de materiales duros -metal, madera y ladrillos sin revoque- con un valor simbólico/situacional: la cercanía con el río, los límites, la periferia, la frontera. Resalta además la particular relación entre el interior y el exterior del edificio: cuando normalmente lo que pasa fuera de un espacio escénico juega en contra del hecho teatral, en este caso se asumen, potencian la realidad de lo que acontece, en su momento ante los ojos de los espectadores y hoy día gracias a las cámaras, que captan momentos externos desde el interior de la edificación y que toman diferentes formas imaginarias con un bien pensado diseño de luces y mínimos elementos que se sienten muy pertinentes al espacio.

La obra cuenta con música original de Hernán Melgarejo y el mundo sonoro de Dahiana Valenzuela, ya una veterana en obras de EnBorrador. Protagonizan dentro de la dramaturgia musical los acordes de guitarra eléctrica y popular, en un sonido reminiscente a la Guarania que transmite una esencia decadente, cabizbaja, abatida. El sonido de las composiciones originales mantiene su cohesión y al mismo tiempo es lo suficientemente elástico al mutar de una melodía romántica a una de fría tensión o al dotar de epicidad. 

La música interviene para potenciar momentos, brindar una cadencia específica o dividir segmentos de la obra que acontecen casi simultáneamente, por lo que es notoria la atención que se le ha dado al campo sonoro. Ambos intérpretes musicales no sólo ejecutan los sonidos y las melodías en vivo, sino también en un momento cobran importancia escénica. 

La obra, cuya construcción es experimental y se establece sobre lo multidisciplinario, puede clasificarse dentro del ámbito del posdrama. Paola Irún, además de crear un libreto a partir de lo que ofrecen las investigaciones y propuestas de sus actores, agrega sus propias inquietudes de forma directa dentro de la obra en la que podemos escuchar claramente una opinión – generando una experiencia cautivante, donde a veces no se termina de disuadir la línea entre la realidad y la ficción construida, algo intrínseco de este tipo de teatro. También se ha tomado la decisión de traer a dos personajes de la primera obra de la autora, “Pérdidas en un Instante Perfecto”, estrenada en el 2006: Paco y Toña, sirviendo así como una secuela.

La historia funciona como pequeños fragmentos dispersos en un mismo universo, pequeños instantes interconectados tanto a nivel dramatúrgico como por la sociedad en la que acontece. Un formato que mantiene en un sentimiento de extrañación, concentrado en comprender los sucesos mientras la trama se va desenvolviendo. Dentro de los varios recursos utilizados durante las casi dos horas de duración de la obra, se destaca el uso de lo físico como recurso expresivo y el humor cotidiano dentro de la situación de desidia en la que todos los personajes se desenvuelven. 

Probablemente ésta es la época en la cual, más que nunca, se ha cuestionado al teatro y su territorio: el cine, lo escénico, los registros, el vivo y la distancia son conceptos que entran en conflicto más que nunca, pujando por encontrar una definición a lo que se está haciendo hoy en día en cuanto al teatro virtual o no presencial.

La decisión sobre este material ha sido realizar la filmación del mismo a través de cámaras fijas y dinámicas, evitando la existencia de un plano general estático, sino adaptándose escena a escena para poder sacar el mayor provecho posible de los puntos de vista. Otra gran decisión en cuanto a lo visual es la de asumir la existencia de la cámara, no esconderlas dentro de los planos, e incluso dar pie a la interacción con los camarógrafos y la interacción con los espectadores, riéndose de este dilema dentro del mismo texto de la obra, y paradójicamente, creando una ilusión del momento presente.

Sobre el trabajo de los intérpretes que llevan a escena este material, hay que decir que son parte del proceso de creación desde el inicio, componiendo a partir de la investigación y sus propuestas personales. 

Irún y Amarilla traen de vuelta a sus personajes del 2006 – ambas tienen una conexión que se siente intensa en escena. Sonia Amarilla interpreta a Toña, en un tono actoral que salta entre la naturalidad y la farsa derivada aun así del cotidiano paraguayo, con una energía que estalla luego en emoción por momentos, un desdoblamiento bastante fluido que marca claramente escenas de vital importancia y un poderoso final.

Paola Irún interpreta a Paco, un artista callejero, personaje cuyas intervenciones juegan entre la realidad, la ficción y el performance, al transportar las interpelaciones propias de la autora e intérprete sobre lo teatral a la boca de su personaje. Irún además, en la versión presencial, se exponia a improvisar con el público y a escribir poesía en el momento a través de las palabras que brindaban los presentes.

Las tres incorporaciones de EnBorrador para esta puesta, David Amado, Lía Benitez Flecha y Florencia Bonzi, han estado involucrados ya en la galardonada obra “Es Sobre Nosotros (También)”.

Lía Benitez Flecha logra con su interpretación que uno conecte con la ternura, la simpatía e ingenuidad que transmite su personaje que hasta llega a incomodar al conocer de antemano su destino. El ganador del Premio Revelación de la 2da. edición de los Premios Edda, David Amado, consigue una de las más destacadas interpretaciones gracias a los cambios en gestualidad y de lenguaje, consiguiendo un personaje al filo de lo grotesco, aunque lo suficientemente realista como generar la conexión emocional necesaria. Finalmente Florencia Bonzi, cuyo personaje contrasta con él no en cuanto a calidad actoral sino por la sensual y cándida vibra con la que impregna a su personaje, da el toque necesario para que las emociones lleguen a su punto.

“Nombre” se construye sobre el concepto de la pérdida de la identidad como ser humano, poniendo a la vista un sistema apático, estancado e indolente, abordando a traves de las diferentes historias la trata de personas a nivel local, casos que tradicionalmente no llegan a tener una fuerte relevancia frente a los internacionales. La compañía expone el problema y sus elementos en la desidia, logrando interpelar, sin sugerir una solución – ya que no es su trabajo – pero hablando con honestidad e información haciendo los problemas visibles, palpables y cercanos. La obra es cruda y potente pero no por eso se convierte en tediosa ni poco entretenida – al contrario, te mantiene atento y sumergido dentro de las vivencias y el sentir de cada uno de sus personajes.

Finalmente hay que decir que la participación de “Nombre” en un festival internacional abre una importante puerta a todos los trabajadores del teatro, por el hecho de que personas de otros países -y en especial programadores- puedan ver y sentir curiosidad por lo menos sobre lo que nuestro país puede ofrecer a nivel artístico.

La obra está disponible hasta el 24 de enero en el siguiente enlace

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