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Las Herederas: Un retrato sublime, delicado y liberador

Desde las penumbras de nuestra sociedad, nace indudablemente la joya más brillante del cine Paraguayo, desde esta semana se destapa la sábana y todos podremos ver en cine al fin, Las Herederas.

Como ya todos sabemos, Las Herederas nos introduce a la vida de Chela y Chiquita, una pareja de mujeres de gran posición económica, quienes al llegar a los 60 años, tienen grandes problemas económicos, los cuales traen como consecuencia el encierro de Chiquita. Chela prácticamente sola es casi forzada a ser chofer de su vecina Pituca y su grupo de amigas ancianas, es así como conoce a Angy, hija de una de ellas, quien despierta nuevas emociones en Chela.

El hecho de que la película tenga la palabra lesbianas en la trama, ha encendido fuego entre los conservadores y las mentes morbosas, ya que verdaderamente en el filme, este hecho es una verdad presente que al mismo tiempo es invisible, tal cual como en la sociedad Asuncena y Paraguaya, existe, pero no se quiere hablar de ello, y este es el tipo de sutilezas que encontramos a lo largo de toda la película, un retrato a detalle y delicado del medio en que vivimos que simplemente te saca el aliento a suspiros.

Pero justamente este retrato del que hablamos, está implícito en tales sutilezas brillantes y tan nuestras que a veces te dan un nudo en la garganta y por momentos hacen que rías a carcajadas, en complicidad con los otros paraguayos de la sala, especialmente cuando salen a escenas las «Timberas» un grupo de mujeres ancianas a las que Chela se ve obligada a hacer de chofer, y que cuentan tanto sobre la vida de clase media-alta de las Mujeres de su edad dándole forma a los miedos de la monotonía, el aburrimiento de la ancianidad.

Sin dudas, el peso mayor del éxito de la película está en las actrices, desde los más pequeños papeles hasta las grandes protagonistas, con interpretaciones especialmente bien logradas desde la cárcel, donde hay que destacar el desafío tomado por la producción de trabajar en el Buen Pastor, sumado al trabajo Lucky FarVille, la carcelera, que representa el sistema carcelario tan particular que tenemos con una mezcla de autoridad benevolente, como también el peligro interno con la escena dominada por Ana Banks.

La interpretación de María Martins cómo Pituca, la líder implícita del grupo de timberas, una mujer a la que todos conocemos o incluso es pariente nuestra, interpretada con tanto carisma que da realidad a un personaje que podría haber caído en una caricatura, por otro lado tenemos al antónimo de la anterior, Pati, interpretada por Nilda González, la empleada de la Casa que cuida a Chela, con tal vez pocas líneas pero cuyo lenguaje corporal logra algo profundamente sincero.

Y llegamos a las protagonistas, Ana Ivanova, con un sex-appeal cautivante, pareciera que cada palabra que sale de su boca es un poema seductor sin perder del todo la naturalidad de nuestro hablar. Margarita Irún, quien con 50 años en las tablas da un paso a la gran pantalla, con gran picardía que hace de puente para poder empatizar al principio del filme con la pareja y va marcando pauta de una relación cómoda y desgastada pero que conserva en el fondo un profundo cariño. 

Por último, Ana Brun, cuya interpretación te conquista, y te genera algo profundamente especial, con todo lo que su mirada esconde y deja ver, pasando por un millar de emociones en una interpretación abundantemente honesta y que habla desde sus líneas y aún más cuando calla,  llevando su personajes por tantos lugares en un cambio impresionante de ver durante del desarrollo de la película en forma tan orgánica y delicada.

La fotografía además de maravillosa visualmente tiene un toque y un estilo especialmente marcado, todo lo que vemos en pantalla pareciera ser desde la desgana, desesperación y miseria que envuelve a Chela, y es que, si bien la vemos en cámara casi de forma permanente, es como que al mismo tiempo vemos casi todo como si fuera desde su perspectiva emocional, generando una conexión directa con lo que pasa y manejando hasta la intensidad de cada escena.

En cuanto a al trabajo de Marcelo Martinessi podemos decir que sólo un gran cineasta puede retratar la sociedad de forma tan natural y con tanta calidad artística como para realizar esta obra de arte. Cada decisión parece encajar de forma justa, sin personajes innecesario, con un guion muy humano tomando la vida de personas prácticamente olvidadas y criticas sociales bien presentes de forma silenciosa como las propias cárceles mentales de la «posición»

Una película digna de ver y disfrutar en el cine fuera de toda distracción, solo concentrarte en sentir las emociones de las mujeres olvidadas retratadas a las que Marcelo Martinessi brindó una ventana y dio una voz, dejándonos como ya dijimos, sin aliento. Y al finalizar unirte pedido por no ver más los cerca de 100 logotipo de organizaciones y colaboradores que debieron ayudar para poder realizar una producción tan necesaria como esta, mientras el estado sigue estando ausente. 

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