Las damas del teatro nacional María Elena Sachero, Margarita Irún y Hedy González Frutos se unen en el escenario de la Alianza Francesa bajo la dirección de Diego Mongelós.
Una imponente estampa, las tres más grandes señoras del teatro paraguayo toman el escenario. Las luces las descubren sentadas a los extremos de una elegante mesa. La expectativa es alta, al igual que la emoción por verlas una vez más en escena – además, juntas.
La mesa de la merienda las congrega -ahora frente a un público- buscando recrear una reunión íntima. Como en cualquiera de sus “horas del té”, el encuentro viene acompañado de tortas, anécdotas, poesía y sus puntos de vista sobre la vida.
Las tres se interpretan a ellas mismas – que de por sí, cada una es todo un personaje. Bajo la dirección de Mongelós y la coordinación dramatúrgica de Andrés Ovelar, las actrices lidian con este teatro más contemporáneo que busca seccionar la realidad para llevarlo al escenario, desde un libreto que se construye partiendo de la incertidumbre. Lo bueno es que las captura a ellas, al natural y revelando sus pensamientos, sus anécdotas y reflexiones frente a la vital pasión que tienen sobre la palabra y el teatro, que ha sellado sus destinos como si sus vidas mismas siguieran un libreto.
“Acá dice que tenés que tocar el piano.”
Continuando con la construcción de la obra, asumiendo que están frente a un público -con el que interactúan por momentos-, la merienda prosigue con momentos más performativos protagonizados por la poesía de uno de los grandes amores de su vida (y santo patrono del Paraguay) Federico García Lorca, y los roles más icónicos que él escribió.
“En mí siempre habitaron mujeres desdichadas.”
Y si bien Verbo está revestida con este tono ceremonial no deja atrás la comedia, principalmente en el intercambio entre las actrices y algunas polémicas declaraciones, al igual que en la interacción con los dos apuntadores (Mario González Martí- también en la asistencia de dirección- y Natalia Cálcena) quienes las acompañan dándoles pies para avanzar con la letra y que son asumidos como parte de la escena.
¿Qué podemos decir de estas intérpretes? María Elena Sachero brilla a sus -como ella lo dice- “quince años” con una sublime soltura, dejándose llevar por la situación y alimentándose de todo lo que pasa alrededor para cargarse de emociones. Margarita Irún y Hedy González Frutos en donde más destacan es en su clara especialidad: como actrices histriónicas, con sus vozarrones que como un trueno retumban en la sala.
“Yo soy intensa. No es lo mismo”
La obra es una clase magistral de lo que ahora se llama teatro “clásico”, un estilo cada vez menos común de ver en la cartelera local y que forma parte de los más grandes recuerdos que muchos tienen del teatro en nuestro país. El manejo de este tono actoral por parte de las tres actrices simplemente nos dio piel de gallina.
La propuesta escenográfica de Adriana Ovelar es simple pero impecable: una imponente mesa de madera tallada, sillas tapizadas en verde, una araña de cristal y entelados al fondo, hipérbole de cortinas, nos transmite una sensación palaciega y clásica realzada por el trabajo de iluminación de Martín Pizzichini, que con luces secciona el escenario ayudando a definir los diferentes momentos de la obra. El punto principal de color está en las actrices y en el vestuario diseñado por Belén Fretes, que logró traducir en ellos la personalidad de cada intérprete.
Los principales momentos son acompañados en vivo por la guitarra de Alejo Jiménez, quien incide en el mundo sonoro. Jiménez usa la guitarra y la sonoridad del flamenco para guiar la poesía lorquiana representada por las intérpretes.
El teatro es el arte de mirarnos ser el otro. En estos tiempos casi apocalípticos, donde el peligro se mueve entre nosotros, es más notoria la necesidad de hacer una pausa y mirar a referentes como ellas, que junto a otros con su trabajo, abrieron el paso a lo que es el teatro hoy en Asunción.
“Dicen que los ojos jamás envejecen.”
Verbo presenta su última función este domingo en la Alianza Francesa de Asunción.
